Gracias a nuestra única naturaleza ibérica podemos apreciar un manjar único y especial que nace en la dehesa, un tesoro gastronómico: el jamón ibérico. Para hablar del jamón ibérico primero tenemos que hablar de su materia prima: el cerdo, el cual se estima que llegó a la península a manos de los fenicios y se convirtió en un animal icónico de nuestra cultura.

Pero no fue hasta 1984 que el jamón ibérico empezó a ser reconocido con la primera denominación de origen Guijuelo, la denominación más emblemática a la cual después le siguieron las otras tres existentes: Jamón de Huelva, Los Pedroches y Dehesa de Extremadura.

Actualmente, el jamón ibérico se subdivide en cuatro tipos:

-Jamón de bellota 100 % ibérico:Es el jamón de mayor calidad, el único que puede añadir a su nombre la denominación “pata negra”. Un jamón procedente de cerdos de raza ibérica criados en libertad en la dehesa, bajo estrictas directrices de manejo, que se han alimentado exclusivamente de bellota, hierba y otros recursos naturales disponibles en los pastizales.

-Jamón de bellota ibérico: Cuando un jamón proviene de un animal con un porcentaje genético del 50 o 75 % correspondiente a la raza ibérica, lo que quiere decir que los progenitores de ese cerdo son una hembra 100 % ibérica y un macho 100 % raza duroc o hembra 100 % ibérica y macho fruto de un cruce con madre 100 % ibérica y padre 100 % duroc.

-Jamón ibérico de cebo de campo: Los jamones ibéricos de este tipo se obtienen de animales con cruces como los anteriores, pero que mayoritariamente se han alimentado a base de piensos constituidos por cereales y leguminosas.

-Jamón ibérico de cebo: La última de las denominaciones del jamón ibérico corresponde a la pata trasera de animales como los de los dos anteriores tipos, que han sido alimentados únicamente a base de pienso, también constituido por cereales y leguminosas, y criado en explotaciones intensivas de forma confinada.