Desde los años noventa, España ha potenciado un nuevo tipo de gastronomía llamada “cocina de la libertad”.

Libertad para que los chefs puedan crear, innovar, ser artistas y artesanos culinarios, sin depender de la “nouvelle cuisine”.

Junto a esa libertad en la cocina, se le ha unido también un importante proceso de innovación y creatividad en la producción y conservación de alimentos, en la industria agroalimentaria, en los procesos de congelación y comercialización y en la creación de nuevos mercados, tiendas “delicatessen” y boutiques. Un hecho que ha ayudado a nuestros chefs a disponer de una excelente materia prima durante todo el año.

Con la llegada de esta nueva gastronomía, llegó también un cambio para las salas y los comensales. Ya no tenemos que estar sentados en una mesa con dos platos y un postre durante una hora y media. Ahora podemos comer de pie, durante una hora o tres, directamente en la barra, elegir dos platos y un postre o diez de cocina en miniatura, etc.

Por otro lado, actualmente no basta con que el maestre o director de sala, pregunten y ayuden al comensal a la hora de elegir un plato. Es necesario que todos los profesionales de sala sirvan de puente entre la cocina y el comensal, conozcan la preparación de cada una de las recetas y sepan explicar al comensal cómo disfrutar más de la experiencia gastronómica. Todo ello ayudará a mejorar la comunicación de todo el proceso culinario.

Fuente: La Vanguardia.