El pasado 4 de julio la comunidad "Slow Food" dio la bienvenida al primer comedor Km 0 de Galicia. Se trata de un pequeño colegio de Portomouro (Val do Dubra), un municipio de apenas 5.000 habitantes, y en el que la dirección de la escuela ha entendido este reconocimiento como una ventaja para el desarrollo de sus alumn@s e integrándolo como una pieza más de su educación.

Desde "Slow Food" reconocen que no ha sido una decisión que se suela dar habitualmente, puesto que en muchos casos los comedores escolares no son gestionados por el propio personal del centro, sino que suelen contratar servicios externos donde se sirven caterings que en muchos de los casos recorren cientos de kilómetros antes de ser regenerados en el momento de su consumo.

Esta forma de trabajar, por muy buena voluntad que se tenga suele derivar en una alimentación de mala calidad, a menudo repleta de productos precocinados de baja calidad nutricional con los que los niños generan una relación con la comida basada fundamentalmente en los sabores azucarados y el aspecto procesado. Por eso, no es de extrañar encontrarnos con niños que, aún viviendo a pocos kilómetros de la costa, no son capaces de reconocer más pescado que las barritas de merluza rebozadas o que sepan distinguir verduras o legumbres...

¿Cómo puede afectar este tipo de alimentación a la salud de los niños?

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) advierte que en 2050 habrá más casos de muertes por resistencia a antibióticos que por cáncer y se achaca en gran medida a las malas praxis llevadas a cabo en la agroalimentación industrializada: exceso de antibióticos en la ganadería, piensos para el engorde de las reses, fungicidas y herbicidas en las cosechas... Factores que afectan a nuestra salud pero mucho más si se trata de niños, ya que su sistema inmunológico no esta desarrollado al completo.

Una escuela con comedor Km 0

Por esta razón, este colegio gallego ha desarrollado un servicio de comedor que se abastece prácticamente al 100% de producto local y fresco: carnes criadas en libertad, frutas y verduras de temporada, legumbres de variedades autóctonas, pescados de proximidad, no es la calidad a la que estamos acostumbrados en un comedor escolar.

El resultado: los niños han desarrollado una relación estrecha con su alimentación. El día de entrega de los alimentos, el repartidor no entra por la puerta del almacén de la cocina, sino que suele subir a las aulas para mostrar a los niños lo que van a comer esa semana.

Fuente: Slow Food, Diario de Gastronomía.